martes, 8 de abril de 2008

Chove en Santiago

Chove, carallo. Llueve en Galicia. Y en Sevilla, y en media España, hasta en Barcelona, donde se plantean cobrar por el agua del grifo servida en los bares por culpa de la escasez. Desde la cama, dolorido, cansado, perezoso, ya en casa, oigo el incesante caer del agua condensada en las nubes. Monotonía de lluvia tras los cristales, dijo Antonio Machado. En Santiago, si le refieres a los compostelanos la hermosura de su ciudad mojada, el brillo especial que tiene la piedra empapada, la música que produce el rítmico golpear del agua sobre la superficie dura de la piedra, te dirán que es sólo un eslogan publicitario para atraer turistas a una ciudad en la que, en circunstancias normales, llueve al menos tantos días como hace sol. Tal vez sea cierto. Santiago de Compostela es una ciudad preciosa en cualquier caso, no necesita la lluvia para embrujar. No sé si habrá sido el apóstol, si habrá sido Dios, la providencia, la suerte o la casualidad. Pero la primera nube que lloró sobre nuestras cabezas lo hizo el lunes, al final de todo, con las mochilas, los sacos de dormir y hasta el ordenador en la consigna del hotel, mientras esperábamos la hora de partir con destino a casa para devolver la normalidad a nuestras vidas. El buen tiempo nos ha respetado y nos ha acompañado todo el camino. No sé a quién he de darle las gracias, pero gracias. Lo hemos hablado entre nosotros. Si a la dureza intrínseca del camino le hubiéramos tenido que sumar la lluvia, cuesta, ahora, saber, cómo habría ido todo. Estoy seguro de que algunos tramos hubieran sido del todo impracticables por la formación de arroyuelos inundando pedazos del camino. Proteger, durante seis horas a la intemperie que venían a durar nuestras jornadas (algunas, más), todo el equipo de la lluvia, por mucho chubasquero, impermeable o capote que lleváramos, hubiera sido una tarea imposible. Y el camino, en general, hubiera sido mucho más dificultoso. Peor que caminar con calor, sin duda. La lluvia, bendita lluvia que alimenta campos y limpia el aire, nos ha respetado. A quien corresponda, de nuevo, gracias. La experiencia lo merecía.

3 comentarios:

Rous dijo...

Bueno, en Barcelona no ha llovido hoy.. cosa rara.. porque llueve más en el sur últimamente que por aquí, aunque sí que dicen que tiene que llover pero al menos hoy en la capital doy fe de que no ha llovido. Antiguamente Barcelona era una ciudad gris y que en primavera solía llover bastante. Hoy en día con lo del cambio climático ya no llueve cuando debería y cuando lo haces es para inundar todo.
Pues nada, un saludito desde el norte y a descansar mucho que lo mereceis mucho. Besitos a Candela

Anónimo dijo...

Vale, bien por el orballo, que es esa fina y terca lluvia compostelana, tan mística, tal y como la bautizaron los gallegos. Pero, como el orballo, amigo Ignacio, el carallo es con 'll', no con 'y'!!

Bueno, sólo una tontería desde Madrid, cun pouco de morriña... dos pimentos de Padrón, o polbo á feira e o queixo de Arzúa. No tan místicos pero máis sabrosos, ay.

Begoña

Enhorabuena por la aventura y por el premio de la llegada

Ignacio Díaz Pérez dijo...

Tomo nota de tu corrección fraterna, también con morriña del Albariño, los berberechos y el lacón... ¡Pero hay que ver qué manera de chover, carallo!